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martes, 26 de enero de 2010

Jugando a las cocinitas


Si te gusta la cocina experimental en la cama, te vamos a dar una receta única; algunos componentes que provocarán en ti un ardor prolongado y complaciente.


Un par de botellas de Lambrusco, una cama y ganas de pasárselo bien. De momento, eso es todo lo que necesitas. Si tienes la suerte de que la chica es activa en el tema, pues mejor que mejor, exprímela que de esas no hay demasiadas.


¿Te has liado alguna vez con una tía que lleve algún piercing en la boca/lengua? ¿No? ¿A qué esperas? Si realmente alucinante es la sensación de cosquilleo que produce en tu lengua... No te pierdas el resto. No todo es agujerearse la lengua y ponerse a comer como un becerro. Requiere su técnica, como todo lo que importa. La técnica está (más o menos) explicada en Cómeme despacio que tengo prisa, aunque no te acostarás (con alguien) sin aprender algo nuevo (sea bueno o malo): desliza el piercing con suavidad por la zona más ardiente de tu pareja, sin apretar en exceso. Se trata de tener buena puntería y saber dónde tocas en cada momento. Dedícale tiempo y déjate llevar, apurando la zona de máximo placer. Juega con el piercing, llévalo y tráelo, alterna la comida propiamente dicha con poner cachonda a la otra persona.


Si acompañamos todo esto con un piercing labial, el resultado puede ser estremecedor y yo, personalmente, iría mordiendo la almohada por si los vecinos denuncian alguna clase de matanza en tu dulce hogar (y tan dulce, joder).


¿Y qué me decís de los tattoos? ¿Qué me cuentas de un tattoo en la tripa, casi en la pelvis? Tus ojos no van a saber dónde dirigirse, así que intenta mantener la calma si, como a tantas otras, te pone a cien un tatuaje en una zona tan erógena.


Baja de las nubes. Sí, lo come de puta madre y ese piercing va a ser el dios de tu nueva religión. Pero ahora te toca el remate final. Ya puedes ir rezándole a san piercing por que su mano funcione igual que su boca. Si tienes la suerte de que su brazo es poco menos resistente que el de Robocop, que no se te olvide pedirle el número antes de que desaparezca de entre tus sábanas porque... quien tiene una máquina sexual, querida lectora... tiene un tesoro.


Seguiremos innovando (si nos dejan) y ya os vamos contando cómo nos desquitamos de este caluroso enero (sí, jodidamente caluroso).




Rachel.

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