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lunes, 9 de mayo de 2011

Relato erótico

Moxxy

Nada más entrar por la puerta y cerrarla ella detrás de mí, supe que aquella noche íbamos a hacer algo más que dormir. Pero yo no estaba nerviosa. Moxxy desprendía sensualidad y confianza en sí misma. Con ella me podía dejar llevar, despreocuparme por completo y disfrutar como hacía muncho tiempo que no hacía, olvidándome por completo de todo lo que había fuera de la habitación esa noche. Sonriente y contempándome desde la puerta Moxxy me incitó a acercarme a la cama con un ademán para después caminar con esa llamativo movimiento de cadera hasta el otro lado de la cama y cambiar el color de las luces, de blanco y frío a rojo cálido. Conectó también una música bastante ruidosa e incromprensible por el ruido de las guitarras que puso de fondo ambiental. Ahora Moxxy estaba completamente en su entorno.
- Ponte cómoda, cariño.- me dijo como siempre, con una sonrisa en la boca.

Yo asentí levemente y me agaché para desatarme las botas mientras ella comenzaba a moversa al errante ritmo de la música. Se mecía para los lados mientras se acariciaba el corsé y el exuberante excote con una mano. Bajo aquella luz roja su vestido rojo y el color de su pintalabios eran resaltados y prácticamente era lo único que conseguía distinguir con con claridad de toda la habitación. Cuando me desabrochaba el cinturón, dejó su lado de la cama para acercarse al mío lentamente, como esperando para que me quitara el mayor número de prendas posibles antes de llegar.

Nunca antes la había tenido tan cerca. Ahora podía apreciar que el lunar que tenía en la mejilla no lo era, sino que formaba parte de su extraño maquillaje. A pesar de sus cuarenta y tantos años no tenía arrugas ni marcas en la piel propias de la edad, era lisa y perfecta. Y sus ojos eran más claros de lo que me habían parecido hasta aquel entonces siendo más grisáceos que azules. Era preciosa e increíblemente atractiva. Su forma de hablar, siempre tan borde pero refiriéndose a ti con palabras bonitas hacía que una se sintiera a gusto y aceptada con ella. Todo eran sonrisas divertidas y palabras con indirectas e ironías y miradas lujuriosas. Y además, ella controlaba la situación. Fue ella quien dio el primer beso. Mientras yo todavía tenía el cinturón desabrochado y suelto en la mano, Moxxy, con su derecha me cogió del pantalón y para acercarme a ella, y con su izquierda me acarició la cara. Simplemente cerré los ojos y entreabrí los labios. Fue un beso tierno y sensual. Sin lengua pera apasionado. Ella saboreaba mis labios mientras yo ya recorría su cuerpo con mis manos. Sin dejar de besarnos me tumbó en la cama. Me sujetó las manos por encima de la cabeza para que no la tocara y puso una de sus piernas entre las mías. Pasó de mis labios a mi oreja. Jugueteaba con el lóbulo y me acaciriciaba el pecho mientras movía su cintura para que yo sintiera mejor la presión de su pierna. A pesar de que entre Moxxy y yo no había ningún tipo de sintimiento, ni siquiera amistad, aquella situación no me resultaba incómoda, sino todo lo contrario. Saber que a la mañana siguiente todo sería igual que la anterior no me producía ningún daño. De hecho, era lo mejor de todo. Poder compartir con alguien un momento como aquel, sin tener después conversaciones incómodas sobre qué iba a ser de nosotras. El sexo iba a ser para mí en esa ocasión algo tan sólo para disfrutar. Salvajemente apasionado, con cariño pero sin ternura. Al acabar no tendría ganas de volver a besarla o tocarla. Y hacerlo con ella no me producía la angustia de pensar que quizá fuera la última vez. Porque si no lo era, la siguiente tampoco iba a significar nada para ninguna.

Moxxy se incorporó y se colocó a horcajadas sobre mí. Puso mis manos en su abdomen y las guió para que le desabrochara el corsé. Se quito la goma que le sujetaba el pelo y dejó suelta su larga melena castaña para continuar con los largos guantes de rejilla negros. Y una vez hube acabado de desatarle el corsé lo tiró todo al suelo. Mantenía una sonrisa en un cara, como siempre. Pero esta vez no era de cariño y diversión sino de lascivia. Sus pezones estaban excitados y sus firmes pechos se movían casi vibrando con cada movimiento que había en la cama. Se agachó de nuevo sobre mí, esta vez a la altura de mi cintura. Me subió un poco la camisa y se detuvo a lamerme el ombligo. Parecía capaz de disfrutar con cada centímetro de mi cuerpo. Rocorrió con sus manos todo mi pecho antes de quitarme la camisa y el sostén. Me besó los pechos tan fuerte que casi me hacía daño. Los lamía y mordía mis pezones mientras sus manos ya recorrían mis piernas. Y regresó a mis labios. Esta vez sí fue con lengua. No me besaba. Me devoraba la boca. Era todo pasión y yo me dejaba llevar. Acariciaba su espalda y guiaba su cabez sobre la mía. Yo quería más así que me giré y me puse sobre ella. Ahora era yo la que madaba. Sujeté sus brazos como ella había hecho conmigo y me dejé caer totamente sobre ella para sentir mis pechos sobre los suyos. Su calor. Pero a Moxxy no le gustaba la idea de estar abajo y volvió a cambiar de posición.

- Quítate los pantalones, preciosa.- la excitación le provocaba una respiración acelerada haciendo que aquellas palabras sonaran menos amables que otras veces.
- Quítate tú la falda.- fuí un poco borde contestándole pero no quería que ella llevara más ropas que yo.
- Tranquila. Vamos despacio que tenemos mucho tiempo.

Y sonrió de nuevo. Era irresistible. No me quedada más remedio que obedecerla asique me quité los pantalones y los tiré al suelo. Moxxy se tumbó de nuevo sobre mí, un poco ladeada a mi derecha y a la altura de mi cuello, que volvía a besar. Con una mano me apartaba el pelo de la cara mientras la otra se deslizaba fuertemente sobre mis muslos. Yo, en el sexo, por muy apasionado y bueno que fuera, no solía gemir. No es que no me hiciera disfrutar, pero no me hacía disfrutar tanto como gemir involuntariamente. Moxxy, incluso sin llegar a la penetración todavía, ya lo había conseguido. Había encontrado la manera de hacerme únicamente consciente de sus manos y sus labios. Había despertado algo en mí que llevaba tiempo dormido, la sensualidad y la excitación. Aquellos preliminares estaban durando demasiado así que cogí la mano que tenía sobre mis piernas y la puse sobre mi sexo. Moxxy se dio por enterada y sin más preámbulos empezó a acariciarme y a provocar la humedad en mí. Nos movíamos al mismo rítmo y podía sentir la respiración de Moxxy en mi pecho. La oía suspirar más fuerte de lo normal y cómo se acercaba a mi oído para que aquello me excitara todavía más. Cuando comenzó a penetrarme, al principio muy despacio y luego rápido se ayudó de una de sus piernas para ejercer más presión y estimularme más así. Cambiaba el movimiento de los dedos y de la mano de dentro a fuera, en circulos, de arriba abajo cada poco tiempo para que no me cansara. Parecía saber exactamente lo que me apetecía en cada momento, y cuando llegué al orgasmo no paró inmediatamente sino que continuó más despacio y suave los movimientos de la mano para alargar el placer. Moxxy era una profesional en el sexo lésbico.

Ahora sí que me tocaba ponerme encima a mí. Esta vez Moxxy no puso ningún reparo y comenzé a besarla y acariciarla por todo su cuerpo. Cuando llegué a sus pechos el dulce olor de su perfume me llevó a lamerla. Saboreaba además una fina capa de sudor producido por el reciente escfuerzo anterior. Lo morboso de aquella situación era excepcional. Moxxy me atraía sexualmente de una forma que nadie había hecho antes. Con ella era todo placer. Desde sus palabras, sus miradas y sus gestos hasta cada centímetro de su cuerpo. Cualquier cosa de ella me excitaba. Incluso fuera de aquella habitación y de esa noche. Ella te hacía sentir especial. Te cuidaba y te trataba como si fueras única. Como si sólo existieras tú o como si estuviera enamorada de ti. Así creaba con cualquier persona un vínculo especial y diferente. Más íntimo. Y por eso aquella noche era toda suya. Dudaba de qué hacer con ella. Si hacerlo lo mismo que me había hecho a mí o si empezar con el sexo oral. Yo solía pensar que en el sexo, como en otros aspectos de la vida, las personas dan lo que quieres que les des, por eso bajé mi mano derecha de sus pechos a su entrepierna. Pero definitivamente a Moxxy no le gustaba estar debajo. Antes de poder hacerle nada me paró y giró sobre mí. Se puso a cuatro patas y cogió mi mano para llevarla donde yo quería ponerla antes. Le hice lo mismo que ella a mí, ayudándome de la rodilla a para que Moxxy pudiera hacer toda la fuerza que quisiera hacia abajo. Ella casi gritaba. Gemía y agarraba las sábanas tirando de ellas con fuerza. Aquel parecía el polvo de su vida perso seguramente era igual en todos. Quizá no lo disfrutaba tanto como pareceía pero le gustaba el espectáculo erótico para aumentar el morbo. Y no se cansaba. Pero yo sí. Al final me dolía la mano y no podía moverla. Aun así la mantuve como estaba porque Moxxy había empezado a cabalgar sobre mi rodilla. Y finalmente, cuando la piel se le erizó y tuvo la respiración cortada del esfuerzo, llegó al climax.


El cigarro de después me sabía a Moxxy. Tenía su aroma en mis labios y lo inspiraba en cada calada. Ella no fumaba, pero tampoco le molestaba el humo. Estaba tumbada a mi lado, jugueteando con sus dedos al ritmo de la música, esperando pacientemente a que terminara, sin ponerme nerviosa, para continuar con lo que habíamos empezado aquella noche. Disfruté tanto que no fuí consciente de la hora hasta que comenzó a amanecer. Casi tuve que pedirle que parara ya que mis esfuerzos por apartarme de ella y tratar de dormir no fueron suficientes indirectas para que se diera cuenta de que lo necesitaba. Pero ella, sonriente y complaciente como siempre me dejó que me acomodara en su cama para luego ella hacer lo mismo sobre mí.

Desperté tarde, pasado el medio día, y sola en la habitación. Sin la música y la luz del día entrando por la ventana la habitación tenía un aspecto muy diferente al de la noche y me sentía ajena y desorientada en ella. Busqué mi ropa desperdigada por el suelo y me vestí todo lo rápido que pude. Busqué a Moxxy por la casa, pero ésta parecía vacía. No me habría importado verla pero la verdad es que no tenía nada que decirle, así que recogí mis cosas y me fui.

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